EL DIÁLOGO PADRES E HIJOS

  • El diálogo es un puente de conexión entre padres e hijos y es la mejor manera de transmitir valores, enseñar los principios y resolver las diferencias.
  • La confianza es una de las llaves para abrirlos al diálogo.
  • El cuidado de las palabras es fundamental, siendo que una palabra mal dicha puede herir sentimientos, afectar la identidad, transformar el diálogo en una discusión.
  • La comunicación no verbal, debe estar bajo control durante el diálogo.
  • Escuchar activamente, es clave durante el diálogo.
  • No distraerse con «calidad de tiempo» vs «cantidad de tiempo» que dedicamos a nuestros hijos, porque la realidad es que ese espacio de tiempo sólo es el puente para llegar al corazón de ellos.
  • El diálogo conlleva algún objetivo básico, pero no olvidar que ellos naturalmente, también tienen los suyos.
  • Los objetivos básicos son enseñar, corregir, alentar y amar.
  • El diálogo ayuda a edificar y consolidar relaciones, por lo que no deben ser escasos u ocasionales.
  • Reconocer que durante el diálogo no siempre tendremos todas las respuestas.
  • El diálogo no solo es necesario cuando surgen problemas.
  • Durante el diálogo, las opiniones y comentarios deben ser expresados de manera respetuosa.
  • El diálogo constante es una poderosa herramienta que ayuda a construir relaciones de confianza. 
Con todas estas premisas, se puede deducir que el diálogo con los hijos debe estar entre las principales prioridades de los padres.
Esto debería ayudar a los padres, en cuyas familias no es habitual el diálogo, a implementar esa herramienta que ayuda, como vimos, a consolidar varios aspectos en la relación, además de edificar la vida de los hijos.

PROCESO DEL DIÁLOGO

Si el diálogo no es una herramienta de uso habitual en su familia, es importante entender que no es automática su implementación, sino que conlleva un proceso hasta que sea internalizado por cada uno.
Este proceso empieza con la decisión de implementar el diálogo entre los miembros de la familia, una vez en acuerdo y tomada la decisión, se pasa al gradual ejercicio de dialogar, primeramente entre los padres, de manera natural, sencilla, inicialmente sin mucha profundidad, y si es posible, que los hijos puedan ser testigos de esos diálogos, para que vayan asumiendo como natural el hecho de llevar adelante tratar temas de cualquier índole a través del diálogo. En el proceso, tener en cuenta aspectos tales como que el diálogo no es un escenario para ver quién tiene la razón, el diálogo no es una competencia en la que cada uno busca ganar, el dialogo no es una discusión, el diálogo no empieza con un reclamo o queja.
Si los padres no internalizan los aspectos básicos de un diálogo, de manera que sea natural en ellos, puede dificultar su implementación.

Al momento de introducir el diálogo como herramienta de comunicación con los hijos, si se cometen errores que contradicen los principios básicos del diálogo, pueden tenerse consecuencias no deseables en los hijos, tales como cerrarse, no ser sinceros, no confiar en el diálogo.
Con eso se puede concluir que no es recomendable improvisar el diálogo, y subestimar sus efectos. 

Hay posibilidades que los padres consideren que dialogar es algo muy sencillo de implementar y lo hacen de manera directa, cometiendo el error de no llevarlos como herramienta habitual, sino lo hacen de manera ocasional y en un solo sentido, como un canal para dar instrucciones, órdenes o reclamos, y no buscando que sea un tiempo agradable y oportunidad de sanar heridas o evacuar dudas o incertidumbres. Esta manera de implementar, no facilita el camino para la siguiente ocasión.
Por ese motivo, no es recomendable encarar el diálogo de manera improvisada u ocasional, sino como mencionamos, debe ser parte de un proceso intencional, decidido, y principalmente que involucra a todos los integrantes de la familia.

ESCENARIO DE AMOR

Podemos imaginar la sensación en el corazón de los hijos, al saber que a través del diálogo, ese hermoso tiempo compartido, que puede ser sólo un momento y a la vez una oportunidad permanente, una ruta estable, que puede usar para canalizar sus inquietudes, recibir las respuestas a sus preguntas, canalizar sus emociones, deshacerse de sus miedos, encontrar aliados para las batallas en las que se encuentra solo, para abrir su corazón sabiendo que es un vínculo de confianza, donde recibe comprensión, atención, empatía, ayuda, y principalmente amor.


Al encontrar ese escenario de amor, sin lugar a dudas ellos estarán dispuestos a ocupar su espacio, es más, buscarán su espacio y participarán de manera activa, sin temores o recelos, entonces, al tener ese corazón abierto se canalizan las enseñanzas e instrucciones y se logra los objetivos del diálogo con los hijos que son corregir, alentar y amar.

RECOMENDACIONES FINALES

Analicen la manera en la que actualmente están relacionándose con sus hijos, vean si existen temas o aspectos de la vida de sus hijos que se enteran a través de los amigos, la maestra, los primos, etc. quizás encuentren que están abriéndose con otras personas, buscando respuestas, ayuda, o simplemente se encuentran cómodos y con la confianza de abrirse con ellos, donde los padres no son parte. Si ese es el caso, consideren la posibilidad de incorporar el diálogo como una herramienta adicional que ayude a profundizar la relación con ellos, creando ese espacio o canal de comunicación.

Finalmente, si analizamos lo que dice la Palabra de Dios en el libro de los Salmos, «He aquí, herencia de Jehová son los hijos...» (Sal. 127:3 RV60), entendemos lo que representan los hijos: son nada menos que la herencia de Dios.

 Lo más valioso que un padre tiene lo deja como herencia a sus hijos; lo más valioso que Dios tiene es la vida, él es el dador de la vida, ese es el valor que tiene la vida de los hijos.

Eso nos lleva a entender que los hijos no son valiosos solamente por lo que hacen, por sus logros, por sus virtudes, dones o capacidades, sino que tienen el valor intrínseco de ser la herencia de Dios. 

Ellos están como herencia en manos de los padres, y esto constituye un argumento suficiente para que ellos puedan invertir lo que sea necesario para acompañar, cuidar, apreciar, amar y bendecir la vida de sus hijos.

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