¿Qué es la Cena del Señor?

¿Qué es exactamente la Cena del Señor?

 Dicho de manera simple:
 Es una ceremonia sencilla en la cual los creyentes reunidos toman el pan y el vino en un acto sagrado de comunión, remembranza, y acción de gracias. 

Este acto sagrado está enraizado en las palabras y acciones de Jesús.

 Justino Mártir, escribiendo en su clásica obra Apología, lo dijo de esta manera:

 «No recibimos estas cosas como pan o bebida comunes, sino como a Jesucristo, nuestro Salvador, quien se encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación…».

No hay dudas acerca de este simple hecho histórico: 
A través de los siglos esta comida ha sido el acto central y característico de la iglesia en la adoración.

 Si la iglesia es una comunidad que recuerda a Jesús como Señor, entonces la forma principal en que se ha hecho esto en la adoración pública ha sido a través de esta Cena.

 Y este recordatorio no está destinado a una reflexión sentimental, sino a un «recuerdo» divinamente invocado del acontecimiento histórico de la vida y la obra de Cristo, en particular de su pasión, resurrección, y ascensión.

 Los orígenes de la Cena del Señor La mayoría de los especialistas concuerdan en que la Cena del Señor tiene sus raíces en la celebración de la Pascua judía.

 La comida de Pascua consistía en cordero, hierbas amargas, y pan sin levadura.
 Esta fue instituida para celebrar y conmemorar la liberación de los israelitas por Dios de la esclavitud en Egipto.

 La historia se cuenta en Éxodo 12. La comida se celebraba como una acción de gracias por los dones del alimento, compañerismo, y libertad. Cuando los niños israelitas preguntaran más tarde a sus padres:

 «¿Qué significa para ustedes esta ceremonia?»
 (Éx 12:26), los padres debían remitirlos a estos grandes acontecimientos. 

Cuando Jesús instituyó la comida que llamamos la Cena del Señor, esta no era una comida de Pascua la que él celebraba, sino más bien una ceremonia enteramente nueva dentro del contexto de la Pascua. 

Esta no se celebraba cada año, como la Pascua, y comprendía solo dos elementos simples: pan y vino. 

Y aunque Jesús es «el Cordero de Dios», que se sacrifica a sí mismo por nuestros pecados (Jn 1:29), en la Cena del Señor no participaba un cordero de Pascua en sentido literal, como en la Pascua. En importante notar la diferencia entre las dos comidas, pero los paralelos también merecen importante consideración: 

Durante la comida de Pascua, a alguien, generalmente al hijo más joven, se le designaba para hacer la pregunta: 

«¿Por qué esta noche es diferente de las otras noches?». 

En este punto el anfitrión contaría de nuevo la historia de la liberación de Israel de Egipto y el significado de los distintos elementos de la comida. Como anfitrión de la Última Cena, Jesús ha vuelto a contar la historia. 

Más adelante, los paralelos entre la Pascua y la Última Cena que Jesús establecía serían bien evidentes.

UNA REMEMBRANZA VISIBLE

 Aunque a veces lo olvidamos, esta comida no es una ceremonia privada. Es una celebración eclesiástica en la cual los creyentes recuerdan a su Señor juntos de una manera visible.

 En esta comida familiar colectiva celebramos el sacrificio de Cristo por nuestros pecados. 

Durante muchos siglos la celebración de esta comida eclesiástica se hizo más y más elaborada.

 Parte de la razón por la que los cristianos difieren sobre el significado de la comida está vinculada a la manera en que ellos deciden celebrarla. 

Pero nunca debe perderse de vista en nuestros desacuerdos esto: que la Cena del Señor hace énfasis en la participación de toda la congregación en la comida.

 La norma se establece con claridad en Marcos 14:23, donde leemos: «Después tomó una copa, dio gracias y se la dio a ellos, y todos bebieron de ella». Esta es una comunión que expresa la unidad de la familia de Dios y por esta razón anticipa el fin de esta era, la unidad final y completa de todos los cristianos y su Señor. 

Pero ¿qué significa realmente esta remembranza para nosotros como cristianos? 

Sugiero que estén a la vista claramente por lo menos tres cosas. 

1. Conmemoración Como Jesús nos instruyó a celebrar siempre esta comida «en memoria de mí» (1 Co 11:24), la Cena del Señor nos debe recordar siempre la última comida que Jesús celebro con sus discípulos antes de morir en la cruz. Cuando estos textos se leen y comprenden en su contexto redentor, las palabras del Señor tienen un poderoso significado.

 Están simplemente destinadas a traer a las mentes de los discípulos, y las nuestras también, todos los eventos de su increíble vida, sus sufrimientos e ignominiosa muerte, y su gloriosa y victoriosa resurrección. 

De ese modo, por medio de esta comida, ahora reconocemos, observamos, y recordamos su vida y su muerte por nosotros. 

2. Renovación

Con tanta certeza como conmemoramos y recordamos el sacrificio de Cristo por nuestra salvación, también renovamos nuestra fe y nos consagramos de nuevo a él cuando venimos a esta mesa (cf. Ro 12:1–2). 

La Cena del Señor enriquece nuestras vidas cristianas a través de nuestro encuentro con Cristo en este señalado lugar. Aquí recibimos otra vez su gracia, y aquí él nos revela que le pertenecemos a través de una unión espiritual.

Esto nos inspira a ser seguidores dedicados del Salvador. Cada uno de nosotros tiene la obligación de amar y servir al Salvador y ministrarnos unos a otros. 

Reunidos en torno a esta mesa, recibimos la capacidad de amar a Dios y a nuestros prójimos. Habiendo recibido estas muestras de amor, en el pan y el vino se nos dan los dones que nos capacitan para servir. Se renueva nuestra fe.

 3. Acción de gracias 

En Marcos 14:23 se lee: «Después tomó [Jesús] una copa, dio gracias y se la dio a ellos [los discípulos]». Note con cuidado que le dio a ellos la copa después de haber dado gracias. 

Así vemos un motivo obvio por el cual la iglesia siempre ha visto, como un elemento central de la Cena del Señor, la idea de la acción de gracias.

 Es aquí que agradecemos a Dios por crearnos, por hacernos a imagen de Dios, por ser un Dios bueno y fiel, por perdonar nuestros pecados a causa de Cristo, y por darnos un futuro y una esperanza que se revelará del todo en el reino de Cristo, tanto ahora como en la era por venir.

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